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Los años se cumplen de infinitas formas: están los que esperan la fecha con ilusión los 364 días restantes del año, quienes se disgustan porque temen que se les pase el arroz y quienes sencillamente dejan pasar el día con extrema discreción. Y luego estamos nosotros.
La idea de Góbalo nació en un bar, un escenario en el que (casi) siempre surgen las buenas ideas. O al menos las divertidas. El proyecto empezó como lo hace cualquier niño que acaba de llegar al mundo: con un sinfín de noches en vela y con el meneíto típico de un bebé que está a punto de echar a andar. Y así estuvimos, entre SMS, claims con la palabra ‘multimedia’ y un zulo de 8 metros cuadrados en el centro de Madrid teniendo por vecinos una santería. Con la cantidad de horas de trabajo que echamos en aquella mesa, se nos olvidó pedir que nos echaran las cartas. Pero aun así, el milagro de Lourdes sucedió. A los pocos años pudimos empezar a sumar a profesionales al equipo. Ya nos habíamos quitado los pañales, hablábamos con soltura y teníamos ganas de seguir haciendo crecer a Góbalo entre reuniones y barbacoas. Cuando llegamos a la adolescencia nos pasó como a todos los jóvenes de esa edad. Las hormonas, los algoritmos, una pandemia mundial y los granitos en la cara nos hicieron perdernos un poco. Y en lugar de clamar al cielo y llorar abrazados a un disco de Álex Ubago, nos pusimos a mirar para dentro (aquí te contamos mejor por qué creemos en la importancia de hablar solo cuando tienes algo que decir) hasta que, por fin, nos hemos vuelto a encontrar. Hoy nos hacemos mayores de edad. Hemos llegado hasta aquí frescos y lozanos gracias al trabajo incansable de un equipo que un día decidió que era buena idea luchar por este proyecto que hoy nos hace estar aquí, tirando confeti a cascoporro entre líneas.
Tenemos 18 años y nos hemos independizado. Hace 2 años decidimos que lo de atar a una plantilla de mentes inquietas a la pata de la mesa de una oficina no era buena idea. Así que nos fuimos de nuestra casa, para dejar al resto estar en la suya. Ahora tenemos un nuevo hogar (cuya puerta está abierta para ti cuando quieras) al que solo vamos si queremos. ¿Y qué resultado da eso? Pues muy sencillo: ver a una persona yendo a currar contenta en el Metro de Madrid antes de las 9 de la mañana (por si no frecuentas el transporte público en la capital, te lo decimos: esa estampa no puede ser más exótica). La madurez de los 18 nos ha traído responsabilidad propia, equilibrio, calma y consciencia. La consciencia entendida como la capacidad de darnos cuenta de lo que hemos recorrido y de todo lo que tenemos que agradecer a los equipos que nos han dejado ser quienes somos hoy. La Universidad de Nebrija fue escuela para los primeros profesionales de Góbalo y hoy sigue siendo cuna de aprendizaje conjunto. Con Goya Europa aprendemos todos los días lo importante que es tender puentes culturales gastronómicos y digitales entre Latinoamérica y Europa. Y con LIBERA Ecoembes hemos interiorizado que posicionar digitalmente en primer lugar a algo tan esencial como la eliminación de residuos en los espacios naturales, debe ser siempre el plan A. Sencillamente porque no hay un planeta B. Y esos son solo algunos ejemplos, pero la lista de agradecimientos la engrosa una buena batería de proyectos de los que nos sentimos orgullosos todos los días.
Nuestra evolución traspasa la barrera de lo evidente. Los años pasan, el entorno digital es muy volátil y somos plenamente conscientes de que <<hacer como que cambias y te adaptas, pero no>> solo sirve para mantener las apariencias diez minutos, para luego desvanecerse. Y será la inconsciencia de los 18 añitos o simplemente las ganas de seguir soplando velas, pero acabamos de redefinir nuestra propuesta de valor. Y sin duda todas las personas que hoy sacamos adelante este ‘tinglao’ (aka Góbalo) nos sentimos muy identificadas. Así que algo estaremos haciendo bien. Si has llegado hasta aquí puede ser por varios motivos: porque ya nos habíamos cruzado en el camino y de alguna manera te apetecía saber cómo nos han sentado los años; o porque nos acabas de conocer y te ha atrapado ese no sé qué y un qué sé yo, que yo qué sé. En cualquier caso queremos que sepas que nos apetece hablar contigo para preguntarte cómo estás, qué podemos hacer por ti o simplemente agradecerte que hayas leído este artículo hasta el final. Que eso ya es un regalo.