“Quería reunir todas las piezas posibles del puzle sabiendo que las que están en mi memoria o en las de los demás no componen una imagen rigurosa de lo vivido. Pero escribiendo, leyendo y, sobre todo, viviendo, he llegado a la conclusión de que el rigor no sirve de mucho cuando de lo que hablamos es de contar nuestro paso por el mundo. Que el relato que construimos para comunicar ese viaje siempre es inventado y que cada vez que traemos al recuerdo algo de lo que un día vivimos, lo que hacemos, literalmente, es recrearlo. Y dado que los humanos no somos máquinas, cada vez que volvemos a crear introducimos una pequeña variación que hace que cada versión sea algo distinta a la anterior. Pretender ser exacto con esa memoria es tan absurdo como querer encontrar una unidad de medida para el amor o para la decepción. Esas experiencias ni se pueden cuantificar ni se pueden objetivar, porque no hay unidades de medida para ellas. A lo sumo, se pueden registrar las alteraciones fisiológicas que se producen en el cuerpo cuando nos emocionamos. Ahí es donde termina la ciencia y empieza la literatura. Para lo que quiero contar, me digo, lo exacto es irrelevante”. Jesús Carrasco, Elogio de las manos.
Mi verdad eres tú,
Y también tú,
Y por supuestísimo, tú,
Y por último, tú,
Felices 20 años, queridísimo Góbalo.